martes, 5 de octubre de 2010

Honor al Venerable Palafox


“El consejo ha de ser considerado, la ejecución prontísima.”

Juan de Palafox y Mendoza

El pasado 1 de octubre se cumplieron 351 años de la muerte del que fuera Obispo de Puebla, don Juan de Palafox y Mendoza. Sin embargo poco se ha difundido la importancia que reviste para Puebla el paso de este hombre de múltiples facetas: poeta lírico, escritor ascético y místico, historiador, gobernante civil y eclesiástico, mecenas de las artes, protector de los derechos humanos especialmente de los indígenas, legislador, reformador y hoy “Venerable Siervo de Dios” y cuasi Santo.

Este singular personaje que fue el Sr. Palafox, tiene una historia que estremece a cualquiera; resulta que fue hijo bastardo de don Jaime de Palafox y de doña Ana de Casanate. Nació el 24 de junio de 1600 y su madre mantuvo oculto su embarazo, al nacer la criatura encargó a una de sus criadas que ocultara y se desembarazara del pequeño, para lo cual (cuenta la leyenda) puso al bebé en una cesta y lo arrojó a una acequia del rio Alhama. Sin embargo el niño fue rescatado por dos pobres molineros que se hicieron cargo de él y lo bautizaron poniéndole el nombre de su padre adoptivo.

Dicen los biógrafos de Don Juan de Palafox, que su padre lo reconoció cuando ya tenía nueve años de edad y que su madre “arrepentida de sus graves faltas” se recluyó en un convento de las Carmelitas Descalzas de Zaragoza, donde se dedicó a la penitencia, la oración y la caridad; tiempo después fue electa priora de su convento y murió allí en 1638.

Después de haber vivido sus primeros años en un ambiente de pobreza, al ser reconocido por su padre, se dedicó al estudio y a la muerte de su progenitor se encargó del Marquesado de Ariza que recién le había sido otorgado a su padre por el rey don Felipe III, sin embargo la bastardía de su origen le impedía heredar y solo pudo administrar los bienes hasta que uno de sus parientes con derecho pudieran hacerse cargo del título y propiedades.

En 1629 fue ordenado sacerdote y en 1633 obtuvo los grados de Licenciado y Doctor, en 1639 fue consagrado Obispo de Puebla de los Angeles donde llegó el 22 de julio de 1640. El 8 de febrero de 1642 se expidió cedula real designándolo Virrey de la Nueva España y un día después fue electo por el rey arzobispo de México.

Por su férrea gestión de gobierno, fue blanco de múltiples intrigas que no le permitieron permanecer mucho tiempo encargado del virreinato, el cual entregó en noviembre de 1642 y unos meses después el arzobispado de México.

Después de ello se entregó completamente a atender su encargo de obispo de Puebla, cuya inmensa demarcación recorrió entera a lomo de mula. Dentro de las obras que todavía hoy en día podemos disfrutar y que fueron producto de la gestión de don Juan de Palafox, podemos citar en primerísimo lugar el que se haya terminado de construir y decorar la Catedral poblana. A la llegada del obispo a Puebla la obra se encontraba en cimientos con casi un siglo de suspensión de la construcción por falta de fondos. Otra de las grandes obras entregadas fue la biblioteca que hoy conocemos como Biblioteca Palafoxiana, la cual es una joya en su construcción y en su legado. Levantó 44 templos, muchas capillas y ermitas, mandó construir más de cien retablos, erigió, construyó, reconstruyó, reparó y mejoró muchas de las iglesias que hoy tenemos en nuestra ciudad y en nuestro estado, destacando la ermita de San Miguel del Milagro construida en los límites de Puebla y Tlaxcala y que fue una de las devociones más importantes del Venerable.

Aquí en Puebla durante su labor pastoral y de gobierno entablo una importante disputa con los padres jesuitas de la diócesis. La bronca fue intensa al grado que llegó hasta los tribunales en Roma y se discutió también en la Corte española. El motivo principal del problema fue que el Obispo Palafox ordenó que los jesuitas entregaran el diezmo de las donaciones que recibían, a lo que se negaron alegando diversos subterfugios legales. Después de un largo proceso legal y de incontables recursos interpuestos por ambas partes y según lo relata José Rojas Garcidueñas en el prólogo del libro “Ideas Políticas,” en junio de 1647 “las pasiones llegaron al colmo de la exacerbación” y el obispo tuvo que salir “ocultamente de Puebla y más de cuatro meses anduvo escondido en pueblos y lugarejos de su obispado” pues se rumoraba que lo querían asesinar.

Después de una importante gestión judicial y política el “10 de noviembre volvió a entrar en Puebla don Juan de Palafox, el 25 recibió la Sede que le devolvió el Cabildo y los jesuitas acudieron al besamanos por orden del virrey.

El pleito no acabó allí, Palafox recibió órdenes de regresar a España, donde en 1653 fue nombrado obispo del Burgo de Osma, donde vivió con gran austeridad y al servicio de los pobres. Don Juan de Palafox falleció el 1 de octubre de 1659 y sus restos descansan en la catedral oxomense.

El proceso de beatificación inició en 1666 con no pocas dificultades y la oposición de los que en vida fueron sus rivales. El pasado 3 de junio Don Angel Amato, prefecto de la Congregación para las causas de los Santos del Vaticano, informó a don Gerardo Melgar Viciosa, obispo de Osma-Soria que se aprobó la beatificación y que el 1 de mayo de 2011 se llevará a cabo la ceremonia correspondiente en la catedral de Osma, dependiente de la arquidiócesis de Burgos, en Castilla y León, España.

Hasta aquí la historia, es menester conocer más a profundidad la historia y el legado del Venerable don Juan de Palafox y Mendoza, que tanto quiso a Puebla, tanto trabajó por ella y tanto le heredó. Su historia personal es estremecedora, probablemente si hubiera nacido en nuestros días, con las nuevas leyes que permiten el aborto a las mujeres que exigen decidir sobre “su cuerpo” tanto en España como en México, nos hubiéramos tal vez perdido de un hombre extraordinario que vivió para mejorar la calidad de vida de los pobres, para defender la dignidad de los indígenas de nuestra tierra y para dar testimonio de su fe a través de grandes obras intelectuales y materiales. Honor a quien honor merece.

Mal haríamos los poblanos si no agradecemos el legado de Juan de Palafox y no celebremos junto con Osma este gran acontecimiento que será la consagración del gran benefactor, edificador y promotor de Puebla.

Hagamos también las gestiones junto con don Víctor Sánchez Espinosa, arzobispo de Puebla para traer una reliquia del próximo santo y convertir su cenotafio catedralicio en una tumba viva donde se le rindan honores.

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