miércoles, 2 de abril de 2008

¿Terroristas o ingenuos?




Por José Antonio Díaz García *

Hace dos meses dedicamos este espacio al tema del secuestro y financiamiento de la guerrilla en México y Colombia, y exponíamos lo inaceptable del terrorismo, la utilización de la violencia, la amenaza, el secuestro, los asesinatos y el narcotráfico para conseguir sus fines, en un sistema democrático.

El pasado primero de marzo, el ejército colombiano atacó un campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en la frontera sur con Ecuador, y murieron junto con Raúl Reyes, portavoz y número dos de este grupo, 16 personas más entre las cuales se encontraban cuatro mexicanos varones y una mexicana Lucía Andrea Morett, quien sobrevivió.

La pregunta que la mayoría de los mexicanos nos hacemos desde entonces es ¿qué hacían estos connacionales en un campamento guerrillero colombiano?

Tatiana Sule, secretaria general de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la que estudiaban algunos de los mexicanos caídos, aseguró que la máxima casa de estudios no organizó ninguna práctica académica en Ecuador, por lo que los jóvenes mexicanos estarían allá por cuestiones personales.

Morett, la mexicana sobreviviente, coordina en la UNAM la Cátedra Libertador Simón Bolívar creada en 2001. Junto con ella trabajaban algunos estudiantes fallecidos que días antes habían asistido al segundo Congreso Continental Bolivariano en la Universidad Politécnica de Quito, celebrado del 24 al 27 de febrero, y de ahí se trasladaron al campamento de las FARC.

Las razones del traslado han sido motivo de especulación: iban a entrevistar a los guerrilleros por compartir una ideología socialista bolivariana común; eran jóvenes que pertenecían a los cuadros de las FARC en México que junto con otros jóvenes latinoamericanos iban a un entrenamiento guerrillero; eran miembros de una compañía de teatro que iban a distraer a un grupo de narcoterroristas…

La auténtica razón sólo la sabe Lucía Morett, estudiante con alto rendimiento académico, oradora principal cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) visitó la UNAM y por lo que puede deducirse, simpatizante permanente de movimientos subversivos, quien sigue internada en Quito y pudiera –según comentaron sus familiares- pedir asilo político en Ecuador.

Respetando los “ideales” de Lucía y los de estos jóvenes que por desgracia perdieron la vida, me pregunto si sabrían que Luis Edgar Devia alias 'Raúl Reyes', estaba acusado por delitos como violación y acto sexual violento, terrorismo, rebelión, destrucción de bienes protegidos, secuestro, reclutamiento ilícito, hurto calificado, apoderamiento de aeronave y tráfico de estupefacientes.

Si eran jóvenes que estaban en el campamento para entrenarse con guerrilleros de un grupo terrorista, deben ser tratados como tales: como terroristas.

La otra opción es que fueran ingenuos y buscaban aventuras fuertes por lo que fueron a vacacionar al lugar equivocado sin saber el riesgo que corrían ni el tipo de personas con las que compartían los alimentos y el abrigo del campamento. Si son jóvenes universitarios, es seguro que lo supieran.

“Somos investigadores, no guerrilleros", rezan los carteles hoy colocados en la UNAM por sus simpatizantes para defenderlos de las imputaciones ante las cuales el rector José Narro declaró que no aceptará la infamia o la mentira para caracterizar a la UNAM.

Es sabido que la guerrilla en el mundo recluta adeptos en las universidades; incluso en el Distrito Federal las FARC tenían oficinas de contacto hasta el 2002, año en que el gobierno de Fox las cerró. Al frente de esa representación guerrillera en México estuvo Olga Marín, hija de Manuel Marulanda, alias “Tirofijo”, líder de las FARC, y esposa de Raúl Reyes, fallecido en el bombardeo del pasado 1 de marzo.

Si bien el ataque de Colombia en territorio extranjero es inaceptable para un país democrático como el nuestro; igual de inaceptable es que Ecuador tolere la estancia de terroristas que atentan contra la estabilidad de cualquier país.

A finales del 2007 el diario El País de España entrevistó a “Rafael”, un desertor de las FARC que militó diez años y se acogió al programa de reinserción a la vida civil promovido por el gobierno colombiano. Aunque teme la venganza de sus ex compañeros, desistió porque el narcotráfico ha suplantado el altruismo socialista que les impulsó a tomar las armas.

“Hay muchísimo dinero en juego en esa zona fronteriza donde la droga entra desde Colombia…porque la línea más segura para llevar droga a Europa es por Venezuela…la guerrilla tiene un pacto de no agresión con los militares venezolanos. El Gobierno venezolano deja a las FARC operar libremente porque comparten el mismo pensamiento bolivariano”.

Veremos qué sucede esta semana luego de la oferta del gobierno colombiano a las FARC, para ex carcelar a rebeldes guerrilleros a cambio de la liberación de rehenes, entre ellos la franco-colombiana Ingrid Betancourt, ex candidata presidencial de Colombia, secuestrada hace seis años y cuyo estado de salud es delicado, según narra ella misma en una carta que envía a su familia para despedirse.

¿Servirá esta reflexión para los jóvenes que pueden ver eclipsados sus ideales por “vincularse” con grupos cuyo modus operandi no sólo desvirtúa y olvida su espíritu de lucha contra la pobreza y la marginación, sino genera odio, violencia y muerte?

Si los mexicanos muertos y la señorita Morett son terroristas, que se les juzgue como tal y si son idiotas útiles, quien les manda meterse entre las patas de los caballos.
Comentarios diazgarcia2020@gmail.com

*Diputado Federal del Partido Acción Nacional

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