*Por José Antonio Díaz García
¿Qué le estamos regalando el gobierno y los ciudadanos a la Puebla de los Ángeles en la que vivimos, ahora que celebró el 477 aniversario de su fundación?
Puebla fue diseñada como una ciudad de avanzada, bien planificada y construida con visión de futuro. Prueba de ello es su ubicación, traza, y distribución.
Si volvemos atrás, los registros históricos documentan cómo en la última década de la época colonial, el cabildo de la ciudad desplegó acciones encaminadas a restaurar la fisonomía urbana; la remodelación de los puentes que unían el viejo casco español con los barrios ubicados al poniente, así como el alumbrado y empedrado de las principales calles de la ciudad.
¿Qué decirle a nuestra historia cuando casi cinco siglos después las avenidas de la ciudad se decoran con baches, pobladores de la periferia y las juntas auxiliares caminan sobre tierra –estaban mejor los empedrados de entonces- y la oscuridad ensombrece el camino porque las luminarias están apagadas?
Tenemos un gobierno municipal que apenas lleva dos meses de haber tomado posesión y ya difunde campañas mediáticas para poner a Puebla a tiempo y realizar mejoras urbanas que aún no se notan. Habrá que darle el beneficio de la duda, pero es curioso que mientras ya hay Internet público inalámbrico en el primer cuadro de la ciudad, algo tan sencillo y rápido de solucionar como encender las luminarias, o pintar las rayas de los carriles en las calles, siga siendo una tarea pendiente, poniendo en riesgo la seguridad de las personas que transitan a pie por calles oscuras y de quienes manejan tratando de adivinar el camino.
Entre los años 1950 y 1960 la capital del estado sufrió una aguda crisis en la industria textil y dejó de ser un centro de atracción económica; no obstante su población tuvo un crecimiento sustancial en esta década al pasar de 260,948 habitantes en 1950 a 532,744 habitantes en 1970.
De acuerdo al Conteo de Población y Vivienda 2005, la Ciudad de Puebla tenía en ese año 1,399,519 habitantes (el municipio, 1,485,941), es decir, creció tres veces en 35 años y así como durante años la industria textil empujó la economía local, actualmente es un constante tema de discusión definir la vocación económica de la ciudad.
El flujo de estudiantes de diversas ciudades y estados aledaños y la amplia oferta universitaria que ofrece Puebla, han hecho que se le identifique una clara vocación educativa, lo cual es cierto. Sin embargo, en el tema económico, las grandes empresas instaladas en la región han puesto en duda su permanencia en ésta debido a algunas políticas federales y estatales.
Es el caso de la Volkswagen quien en febrero de este año anunció una inversión en la capacidad de planta en Puebla, de aquí al año 2010, de mil millones de dólares y pidió un clima de inversión positivo e infraestructura de punta en Puebla así como detener la entrada indiscriminada de autos usados de Norteamérica. Como lo publiqué entonces, ni una ni otra condición se han dado a pesar de que esta industria -tan sólo en Puebla- emplea a 16 mil trabajadores.
¿Cuál debe ser la vocación económica de la capital poblana y qué estamos haciendo para propiciarla, qué estamos haciendo para renovar la visión de futuro de nuestra ciudad?
La Puebla de los Ángeles nos enorgullece por su belleza arquitectónica, su gastronomía y las bellezas naturales que la enmarcan.
Démosle de aniversario un desarrollo más acelerado y ordenado, cuidados y mantenimiento que la conserven, no sólo de parte de los gobiernos en turno sino cada uno como ciudadano. Porque ¿qué sería de la ciudad sin la gente que la habita? ¿Quién la apreciaría y disfrutaría?
En una ponencia la internacionalista Denisse Dresser mencionaba que mientras los mexicanos no asumamos al país y a nuestras ciudades como propias, no las vamos a cuidar; mientras las veamos como un lugar rentado no nos sentiremos sus dueños para cuidarlas, procurarlas, desarrollarlas. Nadie lava un coche rentado.
He aquí el mejor regalo que podemos brindarle a nuestra capital en su aniversario: ser ciudadanos de tiempo completo, con los derechos y obligaciones que esto implica: actuar con civilidad y civismo al manejar, al caminar, al separar nuestra basura, al no desperdiciar el agua, mientras exigimos a las autoridades una ciudad con infraestructura construida con materiales de calidad (no solamente con brochazos de pintura en los puentes y pasos a desnivel construidos por cierto en otras administraciones); comportarnos con honradez para poder señalar la corrupción; cuidar el medio ambiente y trabajar con productividad y responsabilidad para vigilar la transparencia y la rendición de cuentas de los que elegimos.
A últimas fechas se percibe en la ciudad un tufo que puede convertirse en peste: el narco. Esa plaga que se niega pero se percibe: En el ámbito empresarial, la Casa de Cambio Puebla está clausurada por una investigación de lavado de dinero; en la seguridad pública diariamente se lee en los periódicos sobre detenciones de narcomenudistas que envenenan a los jóvenes afuera de las escuelas y en los “antros”; en la política, apresan en Estados Unidos al alcalde priista de Izúcar de Matamoros por narcotraficante y se especula sobre el uso del dinero proveniente de sus actividades delictivas en las campañas electorales de su partido. Hace no mucho tiempo en los límites de nuestra ciudad con Cholula apresan a un importante capo, Benjamín Arellano Félix.
¿Hacia dónde queremos llevar a Puebla? ¿Al abismo de una sociedad marcada por la violencia generada por la ambición desmedida de las drogas o a la ruta del esfuerzo, de la productividad, de las artes y las ciencias?
Puebla somos los que aquí nacimos, los que aquí habitamos y los que contribuimos a su desarrollo desde el ámbito particular y colectivo. Hagamos un alto, reflexionemos y actuemos en consecuencia para que podamos seguir viviendo en la Puebla de los Ángeles alejados de una Puebla de demonios. Nuestros hijos se lo merecen.
Comentarios diazgarcia2020@gmail.com
*Diputado Federal por el Partido Acción Nacional
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