El Ayuntamiento de Puebla informó hace unas cuantas semanas que la alcaldesa Blanca Alcalá se reunió con los 16 Consejos de Participación Ciudadana de la Capital, donde se detallaron los nuevos proyectos que se iniciarán este 2010 y donde resalta el “Proyecto de Dignificación del Paseo Bravo”. En diversos corrillos ciudadanos y en medios de comunicación se expresan dudas sobre lo que puede ser este proyecto dadas las recientes experiencias como la del jardín del Carmen en donde se sustituyeron áreas verdes por planchas de cemento y se eliminaron indiscriminadamente majestuosos arboles, perdiendo su identidad un bello rincón de nuestra hermosa ciudad.
El Doctor en letras Hugo Leicht en su libro “Las Calles de Puebla” (1934) nos describe la historia de cómo se fue conformando lo que actualmente conocemos como el Paseo Bravo, en honor al mariscal de campo de los insurgentes mexicanos Don Miguel Bravo, fusilado en ese sitio el 15 de abril de 1814. Es menester aclarar que el famoso General Nicolás Bravo (también héroe nacional) era sobrino de Don Miguel, pero esta alameda fue bautizada así en honor de Miguel y no de Nicolás.
Relata pues Leicht en su libro, que en 1754 en el plano de Medina aparecen edificadas 3 de las 5 manzanas que hoy conforman el Paseo y que el Ayuntamiento fue adquiriendo los predios y derribando las edificaciones. El proyecto original data del año de 1818 cuando el intendente y gobernador militar Ciriaco del Llano (1816-1821) encargó el trabajo y abrió una “suscripción voluntaria entre los vecinos”, es decir convocó a los ciudadanos a cooperar económicamente para la obra.
Este parque tuvo varios nombres: en 1845 aparece mencionado en documentos como “la Alameda”; en 1849 como el “Paseo Nuevo” en referencia al Paseo de San Francisco que ya existía; en 1849 también como el “Paseo de San Javier” en referencia a la iglesia que se ubicaba donde hoy está el Centro Cultural Poblano; en 1856 como la “Alameda Nueva”; durante el Imperio (1864-67) se le bautizó como “Paseo de la Emperatriz Eugenia”; hasta que finalmente en 1870 se usa el nombre de “Paseo Bravo”.
Múltiples transformaciones y usos ha sufrido y tenido este parque, desde solar que tenía “la molestia del mal olor del agua de azufre que por pequeños y numerosos canales lo atravesaba”, pasando por cadalso dedicado a las ejecuciones públicas en la horca que para el efecto se había instalado hasta principios del siglo XIX. Paredón de fusilamiento, donde se ejecutaron ilustres insurgentes como el ya mencionado Miguel Bravo y en 1816 Manuel Fernández de Echeverría y Veytia.
Alameda imperial donde se daban cita los personajes de la sociedad de la época. Cenotafio en memoria de los héroes caídos en la lucha por la independencia, colocándose monumentos a Miguel y Nicolás Bravo. Plaza cívica con monumentos al eminente poblano Gabino Barreda y al fundador de la industria fabril en México, Don Esteban de Antuñano. En 1896 Don Porfirio Díaz de visita en Puebla puso la primera piedra para el monumento a la Independencia, que después fue trasladado a la esquina de la 19 sur y la avenida de la Paz o avenida Juárez.
En 1921 la Colonia Francesa residente en Puebla regaló el “Reloj del Gallito” que podemos todavía apreciar en la esquina de Reforma y la calle 11 sur, en conmemoración del centenario de la Consumación de la Independencia. El 5 de mayo de 1922 se puso la primera piedra para la “Fuente Colonial” donada por la Colonia Española. El 16 de septiembre de 1929 se inauguró la “Fuente de Azulejos” donada por la Colonia Inglesa.
Tengo el fresco recuerdo en mi memoria de que en los años sesenta y setentas del siglo pasado una parte del Paseo Bravo, hacia el sur era el “Zoológico de Puebla” y el “Acuario Municipal”, este último donde hoy están unas oficinas del Ayuntamiento, a espaldas de este había una cafetería con lanchas que eran el recreo y paseo dominical de muchas familias.
Hoy en día es un nodo neurálgico del transporte público urbano donde convergen muchas rutas, así como punto de encuentro y hasta de salida de peregrinos guadalupanos.
El Paseo Bravo es además un importante pulmón que aporta una buena cantidad de áreas verdes para el solaz, esparcimiento y salud de los poblanos. Sus hermosos fresnos, sus calandrias silbando por las mañanas y en los atardeceres, los jóvenes y los ancianos que platican en sus bancas, los niños que compran globos y juegan con los chorros de agua en sus fuentes. Todo ello es un retrato de la Puebla de ayer y de la Puebla de hoy.
Esperemos que el proyecto de dignificación que plantea el Ayuntamiento respete esta vocación de alameda majestuosa, de pulmón verde, de punto de encuentro, de corazón de los poblanos, que no se cambie área verde por plancha fría de cemento como en el Jardín del Carmen, es oportunidad de que Blanca Alcalá se reivindique con los poblanos.
El Doctor en letras Hugo Leicht en su libro “Las Calles de Puebla” (1934) nos describe la historia de cómo se fue conformando lo que actualmente conocemos como el Paseo Bravo, en honor al mariscal de campo de los insurgentes mexicanos Don Miguel Bravo, fusilado en ese sitio el 15 de abril de 1814. Es menester aclarar que el famoso General Nicolás Bravo (también héroe nacional) era sobrino de Don Miguel, pero esta alameda fue bautizada así en honor de Miguel y no de Nicolás.
Relata pues Leicht en su libro, que en 1754 en el plano de Medina aparecen edificadas 3 de las 5 manzanas que hoy conforman el Paseo y que el Ayuntamiento fue adquiriendo los predios y derribando las edificaciones. El proyecto original data del año de 1818 cuando el intendente y gobernador militar Ciriaco del Llano (1816-1821) encargó el trabajo y abrió una “suscripción voluntaria entre los vecinos”, es decir convocó a los ciudadanos a cooperar económicamente para la obra.
Este parque tuvo varios nombres: en 1845 aparece mencionado en documentos como “la Alameda”; en 1849 como el “Paseo Nuevo” en referencia al Paseo de San Francisco que ya existía; en 1849 también como el “Paseo de San Javier” en referencia a la iglesia que se ubicaba donde hoy está el Centro Cultural Poblano; en 1856 como la “Alameda Nueva”; durante el Imperio (1864-67) se le bautizó como “Paseo de la Emperatriz Eugenia”; hasta que finalmente en 1870 se usa el nombre de “Paseo Bravo”.
Múltiples transformaciones y usos ha sufrido y tenido este parque, desde solar que tenía “la molestia del mal olor del agua de azufre que por pequeños y numerosos canales lo atravesaba”, pasando por cadalso dedicado a las ejecuciones públicas en la horca que para el efecto se había instalado hasta principios del siglo XIX. Paredón de fusilamiento, donde se ejecutaron ilustres insurgentes como el ya mencionado Miguel Bravo y en 1816 Manuel Fernández de Echeverría y Veytia.
Alameda imperial donde se daban cita los personajes de la sociedad de la época. Cenotafio en memoria de los héroes caídos en la lucha por la independencia, colocándose monumentos a Miguel y Nicolás Bravo. Plaza cívica con monumentos al eminente poblano Gabino Barreda y al fundador de la industria fabril en México, Don Esteban de Antuñano. En 1896 Don Porfirio Díaz de visita en Puebla puso la primera piedra para el monumento a la Independencia, que después fue trasladado a la esquina de la 19 sur y la avenida de la Paz o avenida Juárez.
En 1921 la Colonia Francesa residente en Puebla regaló el “Reloj del Gallito” que podemos todavía apreciar en la esquina de Reforma y la calle 11 sur, en conmemoración del centenario de la Consumación de la Independencia. El 5 de mayo de 1922 se puso la primera piedra para la “Fuente Colonial” donada por la Colonia Española. El 16 de septiembre de 1929 se inauguró la “Fuente de Azulejos” donada por la Colonia Inglesa.
Tengo el fresco recuerdo en mi memoria de que en los años sesenta y setentas del siglo pasado una parte del Paseo Bravo, hacia el sur era el “Zoológico de Puebla” y el “Acuario Municipal”, este último donde hoy están unas oficinas del Ayuntamiento, a espaldas de este había una cafetería con lanchas que eran el recreo y paseo dominical de muchas familias.
Hoy en día es un nodo neurálgico del transporte público urbano donde convergen muchas rutas, así como punto de encuentro y hasta de salida de peregrinos guadalupanos.
El Paseo Bravo es además un importante pulmón que aporta una buena cantidad de áreas verdes para el solaz, esparcimiento y salud de los poblanos. Sus hermosos fresnos, sus calandrias silbando por las mañanas y en los atardeceres, los jóvenes y los ancianos que platican en sus bancas, los niños que compran globos y juegan con los chorros de agua en sus fuentes. Todo ello es un retrato de la Puebla de ayer y de la Puebla de hoy.
Esperemos que el proyecto de dignificación que plantea el Ayuntamiento respete esta vocación de alameda majestuosa, de pulmón verde, de punto de encuentro, de corazón de los poblanos, que no se cambie área verde por plancha fría de cemento como en el Jardín del Carmen, es oportunidad de que Blanca Alcalá se reivindique con los poblanos.
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