Este 1 de septiembre el Presidente de la República Felipe Calderón enviará por escrito su tercer informe de gobierno sobre el estado que guarda la administración pública del país para revisión de los legisladores y el escrutinio público. A diferencia de años anteriores, desde el 2008 el llamado “Día del Presidente” dejó de ser uno de los principales rituales del sistema político mexicano, del sistema PRI-gobierno.
Detrás del abandono de este ritual no sólo hay un cambio de formas, sino una transformación de fondo que ha venido realizándose en México desde el año 2000 cuando la alternancia en el poder fue una realidad.
Más allá del inmediatismo de los acontecimientos ocurridos en los últimos 10 meses, léase la crisis financiera mundial y los indicadores económicos críticos así como la ola de violencia en el país acentuada -entre otras razones- por la decisión del gobierno federal de poner un hasta aquí a las mafias del crimen organizado, han pasado nueve años donde se han dado transformaciones impensables a finales del siglo pasado.
Estos cambios son mérito de la sociedad, de las instituciones mexicanas, los partidos en su conjunto y del PAN al frente del timón presidencial, que si bien tienen pendiente un proceso de transformación más profundo, han ido avanzando en temas fundamentales.
Hace diez años veíamos lejana una Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública que vigilara y exigiera rendición de cuentas a las autoridades en todos sus niveles e impulsara el derecho a la información de los ciudadanos para conocer qué hacen los servidores públicos y cómo utilizan los recursos de la Nación.
Hace diez años, incluso hace seis cuando se llevaron a cabo las elecciones intermedias y la renovación de la Legislatura, los ánimos políticos se caldearon en el Congreso, impidiendo la aprobación de reformas clave para el avance del país. Hoy podemos hablar de una nueva refinería que no se construía desde hace décadas; de la posibilidad de potenciar a esta industria que si bien ahora ha sufrido una baja considerable en la producción, puede ser un detonador de la economía si la Legislatura que inicia hoy logra dar un paso más para que México no refine crudo en el extranjero y pueda abaratar sus costos de transportación de combustible.
Hoy podemos hablar de un gobierno federal decidido a penetrar las entrañas del crimen organizado y desmantelar las redes económicas y de poder que las alimentan a pesar de la zozobra que nos deja la ola de violencia desatada en el país por mover el avispero. Hoy podemos hablar de resultados contundentes en materia de decomiso de drogas, armamento y detención de criminales así como de un combate frontal a las autoridades coludidas con los delincuentes.
Hoy podemos hablar de un Seguro Popular que ha significado una alternativa para millones de familias sin seguridad social; perfectible sin duda en cuanto al abastecimiento de medicinas, la cobertura y la atención hospitalaria, pero un gran avance en favor de la salud de los mexicanos.
Hace diez años había miles de comunidades marginadas y aisladas de cualquier opción de crecimiento debido a su poca rentabilidad electoral; pueblos y familias olvidadas sin los más mínimos recursos para sobrevivir. Hoy la pobreza sigue siendo un desafío, sin embargo, los programas de desarrollo social para dotar de los servicios básicos a las comunidades, de conectarlas vía caminos y carreteras y con acceso a la tecnología y desarrollando fuentes de empleo local, han significado un cambio de fondo.
Hoy podemos hablar de una modernización del país a través de la amplia infraestructura carretera que ha detonado el gobierno federal con proyectos pensados hace muchos lustros que no habían logrado concretarse. Es el caso del tren suburbano que conecta al Distrito Federal con el Estado de México; el Arco Norte que conecta a varios estados como Querétaro, Hidalgo, Estado de México, Tlaxcala y Puebla sin pasar por la capital, las autopistas que enlazan el Pacífico con el Golfo, entre otras.
Hace diez años se veía muy difícil que partidos diferentes al PRI ganaran la Presidencia o que la alternancia fuera una realidad eficaz para balancear el poder de las distintas fuerzas políticas.
Ante tantos retos que aún tiene nuestro país, no podemos ignorar los avances tangibles y de fondo en los que se ha avanzado. De no hacerlo, corremos el riesgo de caer en la desesperanza y de no tomar las decisiones adecuadas para el desarrollo.
Como he escrito en colaboraciones anteriores, hay temas urgentes que atender como la reactivación económica del país, no sólo con medidas fiscales que por cierto no debieran ser onerosas para las familias a quienes tanto ha costado esta crisis, se requiere atraer mayores inversiones, austeridad contundente en el gobierno para evitar gastos superfluos así como una reforma laboral que flexibilice los esquemas de contratación para abrir el abanico de empleos.
Hay también temas muy importantes relacionados con ese cambio de fondo y transformación del sistema de instituciones y estructura que nos sostienen: la transparencia y renovación en los sindicatos, la apertura a más medios de comunicación televisiva y radial, la competencia y el control de monopolios, la reelección de alcaldes y legisladores, entre otros.
A tres años del gobierno encabezado por el Presidente Felipe Calderón, hay que reconocerle su decisión de dirigir al país en un marco de respeto y autonomía de Poderes; su convicción por el diálogo así como su ejecución para combatir la corrupción en temas intocables como el petróleo y la vinculación de autoridades con el crimen; su entereza y algunos programas estratégicos como el de infraestructura ante un escenario complejo tanto mundial como nacional, en temas relevantes como la economía, el empleo y la escasez de agua.
Seguramente vendrán ajustes en su equipo y en algunas vías que no han funcionado del todo como la política fiscal. Veremos el rumbo qua marcan las decisiones que se den a conocer próximamente para que como sociedad actuemos también en la parte que nos corresponde: estar informados y vigilantes de nuestras autoridades locales y federales, no ser cómplices de actos cotidianos de corrupción en las vialidades y en las oficinas de trámites, proteger y cuidar los recursos naturales y colaborar en la medida de cada quien, con las personas menos favorecidas de nuestro entorno.
De esta forma el balance de este sexenio no tendrá una visión parcial al evaluar únicamente a las autoridades, sino permitirá hacer nuestro propio informe al evaluarnos como ciudadanos de este país, lo que somos y lo que queremos ser, lo que hacemos y lo omitido, con una visión más completa de lo atinado, de lo errado y de aquello que nos queda por delante.
Detrás del abandono de este ritual no sólo hay un cambio de formas, sino una transformación de fondo que ha venido realizándose en México desde el año 2000 cuando la alternancia en el poder fue una realidad.
Más allá del inmediatismo de los acontecimientos ocurridos en los últimos 10 meses, léase la crisis financiera mundial y los indicadores económicos críticos así como la ola de violencia en el país acentuada -entre otras razones- por la decisión del gobierno federal de poner un hasta aquí a las mafias del crimen organizado, han pasado nueve años donde se han dado transformaciones impensables a finales del siglo pasado.
Estos cambios son mérito de la sociedad, de las instituciones mexicanas, los partidos en su conjunto y del PAN al frente del timón presidencial, que si bien tienen pendiente un proceso de transformación más profundo, han ido avanzando en temas fundamentales.
Hace diez años veíamos lejana una Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública que vigilara y exigiera rendición de cuentas a las autoridades en todos sus niveles e impulsara el derecho a la información de los ciudadanos para conocer qué hacen los servidores públicos y cómo utilizan los recursos de la Nación.
Hace diez años, incluso hace seis cuando se llevaron a cabo las elecciones intermedias y la renovación de la Legislatura, los ánimos políticos se caldearon en el Congreso, impidiendo la aprobación de reformas clave para el avance del país. Hoy podemos hablar de una nueva refinería que no se construía desde hace décadas; de la posibilidad de potenciar a esta industria que si bien ahora ha sufrido una baja considerable en la producción, puede ser un detonador de la economía si la Legislatura que inicia hoy logra dar un paso más para que México no refine crudo en el extranjero y pueda abaratar sus costos de transportación de combustible.
Hoy podemos hablar de un gobierno federal decidido a penetrar las entrañas del crimen organizado y desmantelar las redes económicas y de poder que las alimentan a pesar de la zozobra que nos deja la ola de violencia desatada en el país por mover el avispero. Hoy podemos hablar de resultados contundentes en materia de decomiso de drogas, armamento y detención de criminales así como de un combate frontal a las autoridades coludidas con los delincuentes.
Hoy podemos hablar de un Seguro Popular que ha significado una alternativa para millones de familias sin seguridad social; perfectible sin duda en cuanto al abastecimiento de medicinas, la cobertura y la atención hospitalaria, pero un gran avance en favor de la salud de los mexicanos.
Hace diez años había miles de comunidades marginadas y aisladas de cualquier opción de crecimiento debido a su poca rentabilidad electoral; pueblos y familias olvidadas sin los más mínimos recursos para sobrevivir. Hoy la pobreza sigue siendo un desafío, sin embargo, los programas de desarrollo social para dotar de los servicios básicos a las comunidades, de conectarlas vía caminos y carreteras y con acceso a la tecnología y desarrollando fuentes de empleo local, han significado un cambio de fondo.
Hoy podemos hablar de una modernización del país a través de la amplia infraestructura carretera que ha detonado el gobierno federal con proyectos pensados hace muchos lustros que no habían logrado concretarse. Es el caso del tren suburbano que conecta al Distrito Federal con el Estado de México; el Arco Norte que conecta a varios estados como Querétaro, Hidalgo, Estado de México, Tlaxcala y Puebla sin pasar por la capital, las autopistas que enlazan el Pacífico con el Golfo, entre otras.
Hace diez años se veía muy difícil que partidos diferentes al PRI ganaran la Presidencia o que la alternancia fuera una realidad eficaz para balancear el poder de las distintas fuerzas políticas.
Ante tantos retos que aún tiene nuestro país, no podemos ignorar los avances tangibles y de fondo en los que se ha avanzado. De no hacerlo, corremos el riesgo de caer en la desesperanza y de no tomar las decisiones adecuadas para el desarrollo.
Como he escrito en colaboraciones anteriores, hay temas urgentes que atender como la reactivación económica del país, no sólo con medidas fiscales que por cierto no debieran ser onerosas para las familias a quienes tanto ha costado esta crisis, se requiere atraer mayores inversiones, austeridad contundente en el gobierno para evitar gastos superfluos así como una reforma laboral que flexibilice los esquemas de contratación para abrir el abanico de empleos.
Hay también temas muy importantes relacionados con ese cambio de fondo y transformación del sistema de instituciones y estructura que nos sostienen: la transparencia y renovación en los sindicatos, la apertura a más medios de comunicación televisiva y radial, la competencia y el control de monopolios, la reelección de alcaldes y legisladores, entre otros.
A tres años del gobierno encabezado por el Presidente Felipe Calderón, hay que reconocerle su decisión de dirigir al país en un marco de respeto y autonomía de Poderes; su convicción por el diálogo así como su ejecución para combatir la corrupción en temas intocables como el petróleo y la vinculación de autoridades con el crimen; su entereza y algunos programas estratégicos como el de infraestructura ante un escenario complejo tanto mundial como nacional, en temas relevantes como la economía, el empleo y la escasez de agua.
Seguramente vendrán ajustes en su equipo y en algunas vías que no han funcionado del todo como la política fiscal. Veremos el rumbo qua marcan las decisiones que se den a conocer próximamente para que como sociedad actuemos también en la parte que nos corresponde: estar informados y vigilantes de nuestras autoridades locales y federales, no ser cómplices de actos cotidianos de corrupción en las vialidades y en las oficinas de trámites, proteger y cuidar los recursos naturales y colaborar en la medida de cada quien, con las personas menos favorecidas de nuestro entorno.
De esta forma el balance de este sexenio no tendrá una visión parcial al evaluar únicamente a las autoridades, sino permitirá hacer nuestro propio informe al evaluarnos como ciudadanos de este país, lo que somos y lo que queremos ser, lo que hacemos y lo omitido, con una visión más completa de lo atinado, de lo errado y de aquello que nos queda por delante.
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