martes, 7 de julio de 2009

¿Qué democracia queremos?


Las elecciones ya tuvieron lugar. Ahora, cada partido contabiliza sus triunfos y sus derrotas; los distritos ganados y los municipios perdidos, las posiciones recuperadas, las conservadas y las que estarán en manos de otras fuerzas políticas. Incluso los promotores del voto nulo y del abstencionismo miden el efecto de su campaña para “votar por nadie” que a final de cuentas benefició
-como lo advertimos hace unas semanas- al partido experto en acarreo y manipulación: el PRI.

Cada instituto político tendrá que hacer un análisis profundo sobre las lecciones que deja esta elección intermedia para replantear sus estrategias y afinar sus objetivos en función de la realidad del país y del sentir ciudadano que se expresa en los resultados y en los números arrojados por esta contienda.

Pero más allá de cifras y porcentajes, vale la pena revisar algunos fenómenos interesantes de esta jornada electoral como parte del proceso democrático por el que transita México, los cuales nos permiten plantear preguntas de fondo en torno a qué tipo de democracia queremos: una democracia de nombre, una representativa u otra realmente participativa, de contrapesos, alternancia y debate con propuestas en función de las prioridades para el país.

Comencemos por reconocer que en prácticamente todo el territorio nacional, se llevó al cabo una jornada dentro del marco institucional, con reglas y parámetros asumidos por todos los partidos, incluso por la izquierda y algunos de sus representantes como Andrés Manuel y sus huestes, quienes hace tres años mandaron a las instituciones al diablo, incluyendo al Instituto Federal Electoral (IFE) y hoy compitieron a través del Partido del Trabajo, de Convergencia o del Partido de la Revolución Democrática (PRD), bajo las reglas electorales establecidas.

Aunque se contradigan con su posición pasada, hoy darán por válida la elección en municipios y delegaciones como Iztapalapa en el Estado de México, porque ganó su candidato Rafael Acosta alias “Juanito”. Sin embargo, la ley y las instituciones para los “pejistas” son desechables cuando no les favorecen, por ello buscarán burlarla al quitar al señor Acosta y transferirle el poder a Clara Brugada a quien el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) le quitó la candidatura por el PRD unas semanas antes de la elección.

Por fin: ¿Se ciñen o no a las instituciones y sus reglas o lo que buscan es una “democracia” a modo que más bien tiene tintes de autoritarismo e imposición?

Un segundo fenómeno de esta elección es la disminución de votos para el Partido Acción Nacional (PAN). El blanquiazul ha perdido la bandera del cambio porque la sociedad no ha visto saciadas todas las transformaciones de fondo que prometíamos.

Si bien en las dos administraciones federales encabezadas por panistas ha habido cambios y avances importantes como la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, los inéditos programas de vivienda, infraestructura y desarrollo social, así como la defensa de las libertades, la reforma energética, la nueva ley del ISSSTE, la reforma penal, entre muchos otros, los ciudadanos esperaban un derrumbe del andamiaje sobre el que se construyó el sistema político de 70 años y del que el PRI se alimenta.

Esperaban una confrontación de las estructuras corporativistas y clientelares como los sindicatos de educación, petróleos mexicanos, luz y fuerza, por mencionar algunos, quienes hoy en día sólo velan por los intereses de sus caciques y no por la de sus agremidados y menos por los intereses nacionales.

Es cierto que en la real politike no siempre se pueden confrontar y desmantelar estructuras alimentadas durante años que amenazan con desestabilizar el país al más mínimo intento de erradicar o al menos disminuir sus ilegitimas, ominosas e inequitativas prebendas. Recordemos los plantones magisteriales, el cierre de carreteras, los paros de más de un año así como las trifulcas y protestas de profesores ante el intento del gobierno federal por combatir la venta de plazas a cambio de exámenes y evaluaciones de los educadores. Sin embargo, es indispensable renovar, limpiar y transparentar dichas estructuras si queremos un país moderno y equitativo.

¿Qué tipo de democracia construimos cuando la inercia de estos grupos caciquiles se resiste a toda transformación y peor aún cuando el PAN que enarbolaba el cambio, incluye en su lista de candidatos a personajes ligados con esos intereses que siempre criticó?

Un tercer fenómeno es el lucro con la pobreza y la necesidad de la gente para comprar y condicionar el voto, práctica empleada recurrentemente por el PRI pero que también otros partidos han copiado. La dádiva y el acarreo siguen siendo una realidad en las elecciones mexicanas. ¿Qué tipo de democracia queremos, la que de palabra promueve el voto libre pero lo condiciona y lo engaña con regalos y falsas promesas?

Un cuarto fenómeno que vale la pena analizar en el marco de esta elección es el juego de los medios de comunicación quienes mientras algunos promovían el voto blanco en contra de los partidos, les cobraban caro la cobertura y los espacios para entrevistar a sus candidatos.

Queda claro que la reciente reforma electoral dejó grandes huecos que tendrán que subsanarse en la próxima legislatura, porque mientras legalmente detuvo el flujo de recursos a los medios por concepto de spots publicitarios, propició la venta de espacios “por abajo del agua” y sin transparencia por parte de las empresas informativas y los partidos a cambio de otorgar unos cuantos minutos a los contendientes.

¿Qué tipo de democracia construyen los medios cuando fueron un ícono de apertura y pluralidad en algún tiempo pero ahora hay quienes sólo dan espacios a los políticos que más dinero pagan, léase Peña Nieto y Ebrard o a los que compran el perdón mediático como Mario Marín?

Finalmente señalo un quinto fenómeno que es el del voto blanco. Ya protestaron anulando el sufragio. ¿Qué clase de democracia quieren los que ya premiaron indirectamente a partidos como el PRI? ¿Qué sigue? ¿Cómo exigirle a quien será la primera minoría en el Congreso que encabece las transformaciones que el país demanda, cuando han dado muestras claras de que aparentan cambiar para que todo siga igual?

La pregunta queda abierta para todos: para los partidos, los políticos, los ciudadanos, los comunicadores, los candidatos triunfadores y los perdedores: ¿Qué clase de democracia queremos y qué compromiso asumimos ahora que ya votamos o no votamos, qué y cómo vamos a exigir, qué y cómo vamos a participar para que México no retroceda y resuelva realmente los problemas?

Pero los auténticos demócratas no vamos a abandonar el barco, se pierden y se ganan batallas, se tienen días nublados y días soleados, se pasan momentos difíciles pero al final la democracia en México sigue en pie y avanzando, recordemos que es una brega de eternidad. Seguiremos continuando.

No hay comentarios: