Pasaron las elecciones del 5 de julio; el PAN perdió votantes, posiciones y curules a nivel nacional y local; el hasta entonces presidente de nuestro partido Germán Martínez renunció de inmediato asumiendo el costo de la derrota.
Ahora surgen candidatos a sucederlo pero antes de barajar nombres es indispensable hacer una reflexión profunda y sincera para tomar las decisiones correctas, escuchar a la militancia, a los diferentes grupos que integran el partido pero sobretodo escuchar a la ciudadanía quien de distintas formas manifiesta su rechazo al modo de actuar que ha tenido Acción Nacional.
Hay que plantear hacia dónde queremos ir; cuáles son las prioridades y los límites, los márgenes de negociación y el proyecto fundamental; en pocas palabras: hay que recuperar el rumbo de Acción Nacional, su visión y su proceder que lo distinguía de otras fuerzas políticas y le hizo ganar adeptos a lo largo de la historia y a conquistar el gobierno.
Cuando se ejerce el poder se enfrentan situaciones que vistas desde la barrera de la oposición o la intelectualidad parecen simples, pero implican negociación, astucia, arte y talento para administrar la responsabilidad. Sin embargo, hay límites y principios que no deben negociarse porque si bien pueden redituar en lo inmediato, tienen un alto costo a la distancia. La incongruencia y la inconsistencia se pagan.
Hay que hablar con franqueza aunque se hieran susceptibilidades porque de no hacerlo partiremos de un análisis superficial, incompleto para tomar las decisiones adecuadas y contundentes. No caigamos en la tentación de evadir el problema de fondo porque nos encontraremos en lo que el politólogo Jesús Silva-Herzog Márquez escribe con precisión: “El remedio no roza el problema pero tiene el buen tino de iniciar uno nuevo. El ingenio nacional ataca así los problemas ancestrales para acompañarlos de fresquísimos problemas. Corremos hoy el riesgo de repetir este cuento tras las elecciones de la semana pasada. Así nos pasó con el proceso de 2006. No entendimos qué pasó pero diagnosticamos de inmediato una cura… los hechos no correspondían al diagnóstico”.
Algunos panistas han circulado en los últimos días cartas públicas donde exponen sus reflexiones y su diagnóstico sobre lo sucedido el pasado 5 de julio y evidencian que la derrota se debe entre otras causas, al desempeño político del PAN en el ejercicio del poder y a una desfiguración de nuestra esencia como partido democrático.
Plasmo en esta colaboración, dos de los retos urgentes para el PAN y que se discuten en varios corrillos blanquiazules:
El primero es revisar nuestra identidad como partido y como gobierno. No se trata de ganar a toda costa sin importar qué o con quién se pacte, porque una de las cosas que reclama la sociedad es el incumplimiento por parte de los gobiernos panistas sobre la expectativa de cambio propuesta; los cambios no han sido lo suficientemente profundos como los ciudadanos exigen.
Si bien el gobierno de Fox y de alguna manera el de Calderón definieron una estrategia de transición moderada y de alianzas, sin cacería de brujas para evitar una parálisis en los primeros gobiernos de alternancia, se han dejado pasar acontecimientos de corrupción e indignación que merman la confianza de los ciudadanos en un proyecto de cambio que solapa a pillos y no confronta a grupos de poder que son los reductos del sistema que siempre criticamos y combatimos.
Es el caso de Mario Marín quien sigue gobernando a pesar de la ilegalidad de su proceder en el caso Cacho-Nacif; es el caso de los pactos con el sindicato magisterial su lideresa y sus cachorros, es el caso de Napoleón Gómez Urrutia y de tantos líderes sindicales que explotan a sus agremiados; es el caso de las designaciones al interior del PAN para elegir candidatos sin tomar en cuenta el compromiso con el proyecto del PAN y con las causas por las que lucha.
El segundo desafío es el tipo de liderazgo para encabezar el partido: urge un liderazgo no unipersonal sino basado en la institución y en los panistas comprometidos con ella; un liderazgo que sepa integrar a los distintos liderazgos locales y regionales, que se empeñe en una agresiva estrategia de inclusión de las nuevas generaciones y capitalice la valiosa experiencia de los militantes de antaño; un liderazgo que haga conciliaciones pero no contubernios; un liderazgo que no responda a los intereses de un grupo sino privilegie un proyecto político de largo plazo que lleve a efecto las propuestas para el desarrollo de la sociedad. Un liderazgo que impulse a escuchar y comunicarse de forma abierta y propositiva con los ciudadanos sin caer en las tentaciones del clientelismo y el corporativismo.
Después de la reflexión sigamos trabajando con renovado esfuerzo. Este 2009 es un parteaguas para el blanquiazul, para este partido en el que muchos aún creemos y confiamos que pueda seguir siendo una alternativa de gobierno honesta, capaz y vanguardista. Ante los fracasos hay dos caminos: lamerse las heridas y acentuar las divisiones, o aprender, ajustar y volver a tomar las riendas de un proyecto que debe trascender el interés de carrera de algunos y el proyecto de grupo de otros para volver a su misión: Ser una asociación de ciudadanos mexicanos, constituida en partido político nacional, con el fin de intervenir orgánicamente en todos los aspectos de la vida pública de México, tener acceso al ejercicio democrático del poder y lograr: El reconocimiento de la eminente dignidad de la persona humana; La subordinación, en lo político, de la actividad individual, social y del Estado a la realización del Bien Común; El reconocimiento de la preeminencia del interés nacional sobre los intereses parciales y la ordenación y jerarquización de éstos en el interés de la Nación, y La instauración de la democracia como forma de gobierno y como sistema de convivencia.
Estoy seguro que encontraremos la fórmula para conformar un nuevo Comité Directivo Nacional que poniendo la mano en el timón, retome inmediatamente el rumbo de Acción Nacional como la mejor opción para México; así lo haremos también en Puebla cuando corresponda renovar la dirigencia estatal y municipal.
Ahora surgen candidatos a sucederlo pero antes de barajar nombres es indispensable hacer una reflexión profunda y sincera para tomar las decisiones correctas, escuchar a la militancia, a los diferentes grupos que integran el partido pero sobretodo escuchar a la ciudadanía quien de distintas formas manifiesta su rechazo al modo de actuar que ha tenido Acción Nacional.
Hay que plantear hacia dónde queremos ir; cuáles son las prioridades y los límites, los márgenes de negociación y el proyecto fundamental; en pocas palabras: hay que recuperar el rumbo de Acción Nacional, su visión y su proceder que lo distinguía de otras fuerzas políticas y le hizo ganar adeptos a lo largo de la historia y a conquistar el gobierno.
Cuando se ejerce el poder se enfrentan situaciones que vistas desde la barrera de la oposición o la intelectualidad parecen simples, pero implican negociación, astucia, arte y talento para administrar la responsabilidad. Sin embargo, hay límites y principios que no deben negociarse porque si bien pueden redituar en lo inmediato, tienen un alto costo a la distancia. La incongruencia y la inconsistencia se pagan.
Hay que hablar con franqueza aunque se hieran susceptibilidades porque de no hacerlo partiremos de un análisis superficial, incompleto para tomar las decisiones adecuadas y contundentes. No caigamos en la tentación de evadir el problema de fondo porque nos encontraremos en lo que el politólogo Jesús Silva-Herzog Márquez escribe con precisión: “El remedio no roza el problema pero tiene el buen tino de iniciar uno nuevo. El ingenio nacional ataca así los problemas ancestrales para acompañarlos de fresquísimos problemas. Corremos hoy el riesgo de repetir este cuento tras las elecciones de la semana pasada. Así nos pasó con el proceso de 2006. No entendimos qué pasó pero diagnosticamos de inmediato una cura… los hechos no correspondían al diagnóstico”.
Algunos panistas han circulado en los últimos días cartas públicas donde exponen sus reflexiones y su diagnóstico sobre lo sucedido el pasado 5 de julio y evidencian que la derrota se debe entre otras causas, al desempeño político del PAN en el ejercicio del poder y a una desfiguración de nuestra esencia como partido democrático.
Plasmo en esta colaboración, dos de los retos urgentes para el PAN y que se discuten en varios corrillos blanquiazules:
El primero es revisar nuestra identidad como partido y como gobierno. No se trata de ganar a toda costa sin importar qué o con quién se pacte, porque una de las cosas que reclama la sociedad es el incumplimiento por parte de los gobiernos panistas sobre la expectativa de cambio propuesta; los cambios no han sido lo suficientemente profundos como los ciudadanos exigen.
Si bien el gobierno de Fox y de alguna manera el de Calderón definieron una estrategia de transición moderada y de alianzas, sin cacería de brujas para evitar una parálisis en los primeros gobiernos de alternancia, se han dejado pasar acontecimientos de corrupción e indignación que merman la confianza de los ciudadanos en un proyecto de cambio que solapa a pillos y no confronta a grupos de poder que son los reductos del sistema que siempre criticamos y combatimos.
Es el caso de Mario Marín quien sigue gobernando a pesar de la ilegalidad de su proceder en el caso Cacho-Nacif; es el caso de los pactos con el sindicato magisterial su lideresa y sus cachorros, es el caso de Napoleón Gómez Urrutia y de tantos líderes sindicales que explotan a sus agremiados; es el caso de las designaciones al interior del PAN para elegir candidatos sin tomar en cuenta el compromiso con el proyecto del PAN y con las causas por las que lucha.
El segundo desafío es el tipo de liderazgo para encabezar el partido: urge un liderazgo no unipersonal sino basado en la institución y en los panistas comprometidos con ella; un liderazgo que sepa integrar a los distintos liderazgos locales y regionales, que se empeñe en una agresiva estrategia de inclusión de las nuevas generaciones y capitalice la valiosa experiencia de los militantes de antaño; un liderazgo que haga conciliaciones pero no contubernios; un liderazgo que no responda a los intereses de un grupo sino privilegie un proyecto político de largo plazo que lleve a efecto las propuestas para el desarrollo de la sociedad. Un liderazgo que impulse a escuchar y comunicarse de forma abierta y propositiva con los ciudadanos sin caer en las tentaciones del clientelismo y el corporativismo.
Después de la reflexión sigamos trabajando con renovado esfuerzo. Este 2009 es un parteaguas para el blanquiazul, para este partido en el que muchos aún creemos y confiamos que pueda seguir siendo una alternativa de gobierno honesta, capaz y vanguardista. Ante los fracasos hay dos caminos: lamerse las heridas y acentuar las divisiones, o aprender, ajustar y volver a tomar las riendas de un proyecto que debe trascender el interés de carrera de algunos y el proyecto de grupo de otros para volver a su misión: Ser una asociación de ciudadanos mexicanos, constituida en partido político nacional, con el fin de intervenir orgánicamente en todos los aspectos de la vida pública de México, tener acceso al ejercicio democrático del poder y lograr: El reconocimiento de la eminente dignidad de la persona humana; La subordinación, en lo político, de la actividad individual, social y del Estado a la realización del Bien Común; El reconocimiento de la preeminencia del interés nacional sobre los intereses parciales y la ordenación y jerarquización de éstos en el interés de la Nación, y La instauración de la democracia como forma de gobierno y como sistema de convivencia.
Estoy seguro que encontraremos la fórmula para conformar un nuevo Comité Directivo Nacional que poniendo la mano en el timón, retome inmediatamente el rumbo de Acción Nacional como la mejor opción para México; así lo haremos también en Puebla cuando corresponda renovar la dirigencia estatal y municipal.
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