* Por José Antonio Díaz García
El espionaje político es tan antiguo como las dinastías chinas, cuyos maestros en el arte de la guerra enfatizaban la necesidad del espionaje para conocer al enemigo y combatirlo con eficacia.
Hoy en día prácticamente todos los países cuentan con sistemas de inteligencia con el fin –en teoría- de garantizar la seguridad del Estado y de la población.
Es el caso del Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales de Israel (MOSSAD por sus siglas en hebreo), la CIA y el FBI en Norteamérica o la KGB en Rusia.
En el caso de México existe el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) a cargo de la Secretaría de Gobernación y que en días recientes fue señalado por espiar a los legisladores federales.
Curiosamente la acusación proviene del senador priísta Manlio Fabio Beltrones, considerado “hijo político” de Fernando Gutiérrez Barrios, creador de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), a través de la cual los gobiernos del pasado espiaban no sólo para proteger a la nación sino para detectar cualquier disidencia y reprimirla. La DFS fue ícono de intimidación que rebasó el uso legítimo de los aparatos de seguridad con los que cuenta un Estado.
El senador Beltrones presentó una denuncia formal ante la Procuraduría General de la República por presunto delito de espionaje en su contra a partir de un documento "difamatorio" que de forma anónima llegó a su oficina. Habrá que revisar la veracidad de dicho documento aunque lo cierto que es si alguien sabe de espionaje, es precisamente el que ahora se siente espiado.
Casualmente Manlio Fabio hace esta denuncia cuando el jaloneo por la reforma energética ha estirado la liga al punto de que el PRI siente el derecho de ser el fiel de la balanza para que se apruebe o no y en qué términos. Casualmente Manlio se entera que supuestamente lo espían y señala al Cisen y a Juan Camilo Mouriño indirectamente, quizá para curarse en salud ante la extraña advertencia que el ex dirigente nacional del PAN Manuel Espino expone en su libro, respecto a una supuesta concertación entre el Presidente Calderón y el PRI.
La líneas es delgada y el juego es peligroso cuando se recurre al espionaje no para garantizar la seguridad sino para causar un daño político al contrincante. Incluso más allá de los Estados, los gobiernos estatales, el Ejército, los grupos políticos en México y el mundo y hasta el crimen organizado, adquieren sofisticados equipos de grabación y espionaje. En algunos casos los usan para causas aplaudidas como fue la liberación de Ingrid Betancourt hace dos semanas por parte del Ejército Colombiano a partir de la clonación del teléfono y la voz del máximo líder guerrillero para engañar a quien cuidaba a los presos hoy liberados, pero en muchas otras ocasiones el espionaje ha sido reprobado como método de extorsión e intromisión en la vida privada de las personas.
La tecnología para espiar es ahora tan simple y accesible, diría incluso barata, que cualquiera puede volverse espía hasta de su propia pareja, de sus vecinos o de aquellos personajes que le incomodan.
Recordemos casos en Puebla donde hasta el futbol –mezclado con la política-fue presa del espionaje, cuando se difundieron las grabaciones entre el ex futbolista y entonces candidato por Nueva Alianza a la alcaldía de la capital poblana, Roberto Ruiz Esparza y Emilio Maurer, ex vicepresidente del Puebla, quienes tramaban el pase de La Franja a primera división, a base de transas, propias de su ya conocida ética profesional.
También tenemos el caso de las grabaciones a través de las cuales conocimos el contubernio Kamel Nacif-Mario Marín para detener a Lydia Cacho. Según Nacif, esos audios fueron filtrados a la prensa por parte de su ex esposa Irma Benavides por no ceder a un chantaje de 25 millones de dólares, cosa que ella desmintió.
Y contamos también con casos como el del gobierno de Mario Marín, que a pesar de sus públicas declaraciones en contra de las actividades de espionaje, terminó por admitir (luego de negarlo, desde luego, como acostumbran) que los dos individuos sorprendidos mientras registraban en audio y video las actividades del Frente Cívico Poblano (FCP) en marzo de 2006, no eran periodistas como inicialmente dijeron, sino contratados por el gobierno marinista.
Afuera del local del Sindicato Único de Trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla (Suntuap) personal a cargo de la Secretaría de Gobernación del Estado, tenían la función de espiar y grabar a este grupo disidente cuando se les descubrió a bordo de una camioneta Urvan blanca sin placas.
La legislación vigente en torno al tema de seguridad nacional data del 2005 y “regula” la protección de los derechos humanos, el respeto a las personas, sin embargo no precisa candados o una normatividad más estricta para regular el espionaje. Si bien la labor de inteligencia es una tarea permitida al Estado para los fines antes expuestos, gobiernos estatales como el de Puebla recurren al espionaje para beneficiar a los jefes en turno y para control de los disidentes, que no son grupos ni guerrilleros, ni subversivos ni violentos como para que sea necesario un espionaje como el que se documentó hace dos años.
La pregunta es ¿Se vale espiar, a quién y para qué? A fin de cuentas es una práctica cotidiana por más actores de los que imaginamos desde la intervención telefónica, hasta el registro audiovisual de las actividades de alguien; desde el seguimiento minuciosos hasta la infiltración.
¿Qué tan válida es esta práctica en el siglo XXI cuando la apertura, la democracia y la transparencia son valores que hemos proclamado?
¿Qué tan válido es tener un sistema de espionaje por eficacia entre naciones, entre gobiernos, entre contrincantes?
Quizá para algunos es una práctica desleal pero lejana a erradicarse porque como en el caso del armamentismo, mientras algunos acuerdan no emplearlo, otros lo perfeccionan, aunque se digan víctimas de éste. Y aquí vuelvo al inicio del tema, ¿que tramará el senador Priista Manlio Fabio Beltrones, que hoy se dice victima de espionaje por parte del gobierno federal? ¿no será que algún adversario político de su propio partido como Peña Nieto o el propio Mario Marín están haciendo uso de estas artimañas para armarle un expediente y luego dejarlo fuera de la carrera por la candidatura? ¿no será que Manlio sabe quien en verdad lo espía y lo hace para mandar mensajes? ¿no será que es una estrategia del PRI para elevarle el costo de la reforma energética al PAN y al presidente Calderón? Entre mañosos y malosos todo se vale ¿usted a quien le cree?
Comentarios diazgarcia2020@gmail.com; http://www.diazgarcia2020.blogspot.com/
* Diputado Federal por el Partido Acción Nacional
* Diputado Federal por el Partido Acción Nacional
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