Las políticas públicas de un gobierno son los programas, obras y acciones diseñadas y operadas para generar mejores condiciones de vida.
Cada política pública se aterriza en programas con líneas de acción, objetivos y metas de manera que sea posible medir el avance sobre el desarrollo del trabajo realizado. En muchas ocasiones la percepción del ciudadano juega un papel fundamental en la evaluación de los programas y por ende de las políticas públicas y al final de los gobernantes que las operan.
En este orden de ideas la percepción de la seguridad es fundamental para cualquier gobierno, independientemente del nivel de inseguridad real que exista. Para ello las corporaciones policiacas en Puebla recurren a tácticas, de las que todos hemos sido el blanco y así dar la idea de que estamos bien protegidos.
Los retenes, en varios puntos considerados como estratégicos como la entrada a la ciudad por la autopista y el periférico –allá por Volkswagen- en donde un montón de camionetas, y personajes armados de todo tipo, hacen revisiones de documentos y vehículos, por cierto acto completamente inconstitucional, en donde no he sabido de alguna detención importante.
El carrusel de patrullas, donde se forman-en fila india- varias unidades de la policía estatal, la judicial, la metropolitana y la municipal y andan con feroces policías con pasamontañas apuntando para todos lados. Generando gran caos por lo aparatoso del operativo; gastando gasolina que por cierto anda muy cara y con nulos resultados, pues los malhechores no se intimidan con estas caravanas.
Las torretas encendidas, en que las patrullas de la policía se pasean por toda la ciudad con tremendas luces estroboscópicas superpotentes de las torretas que son capaces de cegar a cualquiera si se atreve a mirarlas directamente. Tampoco tengo noticia de que en estos rondines se haya detenido a algún facineroso o por lo menos roba espejos o roba llantas de importancia.
El helicóptero armado, este es la estrategia que más llama mi atención; estoy convencido de que para usted amable lector no ha pasado desapercibido. Sobrevuela nuestra ciudad tremendo helicóptero con las puertas laterales abiertas y unos policías embozados con poderosas armas apuntando hacia abajo. Adicionalmente utilizan una sirena y con esta alarma sonora buscan llamar más la atención de los ciudadanos, pues los delincuentes y criminales seguramente se pondrán a buen recaudo si escuchan que se acerca el pájaro de hierro.
Este recurso del helicóptero nos está costando una fortuna a los contribuyentes, pues comprar un helicóptero o rentarlo, mas el mantenimiento, mas el combustible, las refacciones, los honorarios de los pilotos y todo lo demás no es nada barato. El asunto está en saber si lo que se invierte en este operativo y en otros como los comentados líneas arriba, están redituando resultados y si vale la pena mantener o modificar las estrategias y las tácticas, los programas y las políticas públicas para realmente contribuir a mejorar la seguridad. Se necesita evaluar y que los ciudadanos conozcamos el resultado de estas evaluaciones.
Un hecho reciente me llevó a reflexionar al respecto: ¿Dónde estaba el helicóptero este de seguridad pública del estado con todo y su sirenita y sus amenazantes policías apuntando desde el estribo, el día que se suscitó la balacera y persecución de Beltrán Leyva en nuestra ciudad y que terminó con la huida del capo a Morelos? ¿No le avisaron a tiempo? ¿Estaba ocupada la aeronave en otra tarea que no era de seguridad pública? ¿Qué pasó porque no actuó?
Para que queremos los ciudadanos un gasto tan oneroso en una puesta en escena de un helicóptero con policías armados, en retenes, en carruseles o paseos de patrullas con imponentes juegos de luces, si la seguridad en las calles de Puebla cada día se deteriora más. Cuántos de nosotros no somos víctimas recientes del robo de las llantas del auto o el espejo, de un cristalazo para robar lo que dejamos en los asientos, o de plano nos han despojado del vehículo. De cuantos peatones de todas edades, no sabemos que los asaltan para quitarles el celular, lo que acaban de retirar del banco o lo que traigan en la bolsa. Algunos reciben una golpiza, una cuchillada o un balazo que hasta la vida les cuesta. De cuantos comercios y casas habitación no sabemos que recientemente fueron asaltados, basta observar como proliferan cada día más las rejas en las calles, las cercas electrificadas y el alambre púas.
Menos circo y mas resultados, eso es lo que exigimos los ciudadanos que no solamente nos sentimos, sino que estamos, más indefensos e inseguros.
Cada política pública se aterriza en programas con líneas de acción, objetivos y metas de manera que sea posible medir el avance sobre el desarrollo del trabajo realizado. En muchas ocasiones la percepción del ciudadano juega un papel fundamental en la evaluación de los programas y por ende de las políticas públicas y al final de los gobernantes que las operan.
En este orden de ideas la percepción de la seguridad es fundamental para cualquier gobierno, independientemente del nivel de inseguridad real que exista. Para ello las corporaciones policiacas en Puebla recurren a tácticas, de las que todos hemos sido el blanco y así dar la idea de que estamos bien protegidos.
Los retenes, en varios puntos considerados como estratégicos como la entrada a la ciudad por la autopista y el periférico –allá por Volkswagen- en donde un montón de camionetas, y personajes armados de todo tipo, hacen revisiones de documentos y vehículos, por cierto acto completamente inconstitucional, en donde no he sabido de alguna detención importante.
El carrusel de patrullas, donde se forman-en fila india- varias unidades de la policía estatal, la judicial, la metropolitana y la municipal y andan con feroces policías con pasamontañas apuntando para todos lados. Generando gran caos por lo aparatoso del operativo; gastando gasolina que por cierto anda muy cara y con nulos resultados, pues los malhechores no se intimidan con estas caravanas.
Las torretas encendidas, en que las patrullas de la policía se pasean por toda la ciudad con tremendas luces estroboscópicas superpotentes de las torretas que son capaces de cegar a cualquiera si se atreve a mirarlas directamente. Tampoco tengo noticia de que en estos rondines se haya detenido a algún facineroso o por lo menos roba espejos o roba llantas de importancia.
El helicóptero armado, este es la estrategia que más llama mi atención; estoy convencido de que para usted amable lector no ha pasado desapercibido. Sobrevuela nuestra ciudad tremendo helicóptero con las puertas laterales abiertas y unos policías embozados con poderosas armas apuntando hacia abajo. Adicionalmente utilizan una sirena y con esta alarma sonora buscan llamar más la atención de los ciudadanos, pues los delincuentes y criminales seguramente se pondrán a buen recaudo si escuchan que se acerca el pájaro de hierro.
Este recurso del helicóptero nos está costando una fortuna a los contribuyentes, pues comprar un helicóptero o rentarlo, mas el mantenimiento, mas el combustible, las refacciones, los honorarios de los pilotos y todo lo demás no es nada barato. El asunto está en saber si lo que se invierte en este operativo y en otros como los comentados líneas arriba, están redituando resultados y si vale la pena mantener o modificar las estrategias y las tácticas, los programas y las políticas públicas para realmente contribuir a mejorar la seguridad. Se necesita evaluar y que los ciudadanos conozcamos el resultado de estas evaluaciones.
Un hecho reciente me llevó a reflexionar al respecto: ¿Dónde estaba el helicóptero este de seguridad pública del estado con todo y su sirenita y sus amenazantes policías apuntando desde el estribo, el día que se suscitó la balacera y persecución de Beltrán Leyva en nuestra ciudad y que terminó con la huida del capo a Morelos? ¿No le avisaron a tiempo? ¿Estaba ocupada la aeronave en otra tarea que no era de seguridad pública? ¿Qué pasó porque no actuó?
Para que queremos los ciudadanos un gasto tan oneroso en una puesta en escena de un helicóptero con policías armados, en retenes, en carruseles o paseos de patrullas con imponentes juegos de luces, si la seguridad en las calles de Puebla cada día se deteriora más. Cuántos de nosotros no somos víctimas recientes del robo de las llantas del auto o el espejo, de un cristalazo para robar lo que dejamos en los asientos, o de plano nos han despojado del vehículo. De cuantos peatones de todas edades, no sabemos que los asaltan para quitarles el celular, lo que acaban de retirar del banco o lo que traigan en la bolsa. Algunos reciben una golpiza, una cuchillada o un balazo que hasta la vida les cuesta. De cuantos comercios y casas habitación no sabemos que recientemente fueron asaltados, basta observar como proliferan cada día más las rejas en las calles, las cercas electrificadas y el alambre púas.
Menos circo y mas resultados, eso es lo que exigimos los ciudadanos que no solamente nos sentimos, sino que estamos, más indefensos e inseguros.
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