martes, 3 de noviembre de 2009

El seguimiento a nuestros legisladores


Estas dos semanas que terminaron en fin de semana largo, el tema de los impuestos y en general de lo que implica una ley de ingresos justa para los mexicanos ha sido motivo de discusión en todos los corrillos familiares, empresariales, comerciales, políticos y hasta en cualquier simple plática de café.
He recibido múltiples opiniones sobre el tema, la mayoría de ellas de molestia por la propuesta del presidente Calderón y por el engendro que al final de cuentas fue aprobado por los senadores y diputados federales.

La falta de transparencia en el gasto público y el dispendio con que se premia la ineficacia de muchos legisladores es motivo de justificada irritación popular, aun mas cuando en los noticieros televisivos nos repiten una y otra vez las escenas del diputado Fernández Noroña que más que un representante popular es un sicario de Andrés Manuel López Obrador que denigra la grave responsabilidad legislativa tan necesaria como parte del equilibrio de poderes en una sociedad democrática.

A nadie le gusta pagar impuestos, menos aun a una sociedad como la nuestra a la que no se le rinden suficientes cuentas y que históricamente ha sido agraviada con décadas, siglos de corrupción y autoritarismo; ante la gravedad de la crisis económica por la que atravesamos, no solamente las finanzas personales y familiares se ven afectadas, los recursos públicos también se han reducido y ponen en grave riesgo programas sociales como Oportunidades, los subsidios a la leche, al transporte, al campo, a la salud y a la educación. Pero cuando pensamos en dinero público nos enferma pensar que en ese mismo paquete esta lo que se le paga a funcionarios públicos como Noroña y tantos otros que no solo no aportan nada al país, sino que le cuestan mucho dinero. Además algunos legisladores voltean a recibir solamente órdenes de sus partidos y no de sus representados, sin contar las presiones de los poderes fácticos que cabildean e inciden en las decisiones que a todos nos afectan. Eso nadie lo puede negar. Pero no podemos tampoco generalizar, no todos son iguales y en el poder público están representados diferentes partidos y personas que ejercen de diferente forma su responsabilidad.

El sistema político mexicano no es un ente raro donde solo en el sucedan estas cuestiones –no estoy justificando ningún proceder inadecuado- los sistemas democráticos como el de nuestros vecinos norteamericanos o los europeos también son sujetos de presiones similares. Lo que aquí no hemos podido hacer es poner candados y límites a estos vicios del sistema que se tienen urgentemente que corregir. La reelección legislativa es una de esas vacunas necesarias que se tienen que introducir en nuestro sistema político, junto con la reducción de las cámaras federales y en muchos casos también del número de diputados locales y hasta de regidores en nuestros Ayuntamientos; las elecciones concurrentes y una más profunda y completa rendición de cuentas en todos los niveles de gobierno.

La parte que nos corresponde como responsabilidad cívica no termina con ir a votar el día de las elecciones, tenemos que dar permanente seguimiento a nuestros representantes y comunicarnos con ellos, exigirles que rindan cuentas y que a la hora de votar vean por el Bien Común por encima de los intereses particulares. De eso se trata la vida democrática, de participar permanentemente y de incidir en los ámbitos de acción política y opinión pública.

Con las nuevas herramientas de la comunicación esta participación está aun más cerca de lo que pensamos, iniciemos por saber el nombre de nuestros representantes y sus correos electrónicos, direcciones postales y números telefónicos, desde el presidente de la república, pasando por senadores, diputados federales de mayoría y plurinominales, gobernador, diputados locales, alcalde y regidores. Una vez conformado este directorio pongamos manos a la obra de dirigirnos a ellos, de preguntar, de pedir información y cuentas. No se trata solo de quejarnos –la mayoría de las veces con justificada razón- se trata de ponernos en acción como ciudadanos.

“El rasgo eminentemente distintivo del verdadero ciudadano es el goce de las funciones de juez y de magistrado” dijo Aristóteles en su estudio de la Política, es decir el que tiene “voz deliberante.” Ejerzamos nuestros derechos a cabalidad y califiquemos el actuar de cada uno de nuestros representantes. Participemos, es lo que nos toca.

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