martes, 4 de noviembre de 2008

Evolución hacia qué y hacia dónde


En 2004 el Observatorio Astronómico Vaticano convocó a un simposio de expertos en diferentes disciplinas para plantear una pregunta: ¿Hay un objetivo en la evolución?

Cuatro años después se está llevando a cabo la Asamblea plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias con el tema "Percepción científica de la Evolución del Universo y la Vida".

La relación entre ciencia y fe ha estado repleta de encuentros y desencuentros; de condenas mutuas y de coincidencias halladas. Sin embargo, la inquietud sobre el objetivo de la evolución sigue latente tanto para los científicos como para los teólogos: ¿Hacia dónde y para qué esperaríamos evolucionar como raza humana?

En términos médicos, hoy en día el promedio de vida ha aumentado, lo cual nos haría pensar que somos más resistentes o -a decir de Darwin- que la alteración espontánea del patrimonio genético ha dado lugar a variaciones en la descendencia y ahora nos adaptamos mejor al medio. Sin embargo, al tiempo que hemos evolucionado al combatir pandemias que anteriormente acabaron con poblaciones enteras, hoy somos vulnerables ante la mutación de nuevos virus, la alteración genética de los alimentos así como a la contaminación y el calentamiento global generado por la “evolución" tecnológica sin límites.

Pero más allá de la evolución o involución física, ¿qué tanto hemos evolucionado en la convivencia y la interacción como seres humanos?, porque pareciera que el estado primitivo de las ancestrales tribus donde prevalecía la ley del más fuerte y la extinción del más débil, sigue siendo el status de buena parte de la raza humana.

Esto lo vemos no sólo en las constantes guerras civiles en África, las dictaduras en Myanmar, Corea del Norte y Venezuela, sino en muchos municipios de nuestro país que aún viven en situaciones de marginación y exclusión, a pesar de que buena parte de ellos vivían hace cientos de años en comunidades solidarias que se protegían y se ayudaban para sobrevivir.

¿Será que la condición humana de donde brota la ambición y la generosidad, el aislamiento y la solidaridad, la cooperación o la indiferencia, la depresión y la fortaleza, es la misma desde hace miles de años y sólo hemos sufrido alteraciones evolutivas meramente fisicoquímicas?

El objetivo de la evolución vuelve entonces a ser un tema de interés para los científicos quienes discuten cómo y cuándo surgió el Universo y la vida humana, pero también incumbe a los filósofos, a los antropólogos, a los sociólogos, a los teólogos porque el ser humano desde que es tal se ha preguntado de dónde viene, a dónde va, por qué y para qué existe y cómo quiere y debe comportarse en este trayecto llamado existencia.

Quizá el caso del cosmólogo inglés Stephen Hawking nos ilustre. Él sufre inmovilidad y parálisis ocasionada por una de estas enfermedades complejas a las que se enfrenta el hombre del siglo XXI como es la esclerosis lateral amiotrófica. Pero paradójicamente, mientras su cuerpo involucionó por la enfermedad, su mente y su espíritu se mantienen sanos.

Ha logrando ser uno de los científicos más reconocidos del mundo; ha luchado por seguir estudiando y difundiendo sus hallazgos apoyado en la tecnología (producto de la evolución de la mente humana) por medio de una sofisticada silla de ruedas para trasladarse y un sintetizador de voz para expresarse.

Por cierto, Hawking participará en la mencionada asamblea vaticana con una conferencia sobre Darwin y la evolución y no sería extraño que lo invitaran a participar en el Congreso Internacional que se celebrará en Roma del 3 al 7 de marzo de 2009 bajo el título "Evolución biológica: hechos y teorías. Una valoración crítica 150 años después de El origen de las especies", también organizado por la Academia Pontificia de las Ciencias -antes llamada Academia de los Linces-, compuesta por ochenta académicos y fundada desde 1603.

Vuelvo a la reflexión: Más allá de las exposiciones de los expertos como Hawking que indagan sobre el origen del Universo, la evolución y la vida, la pregunta de hacia dónde evolucionamos, resuena en la individualidad de cada persona. Porque en la inmensidad del cosmos, dentro del largo tiempo y el inmenso espacio que ha existido, está el instante que dura nuestra propia vida y el espacio personal en el que cada ser humano se pregunta ¿cuál es el objetivo de la evolución, de mi evolución?

Para Hawking a sus 20 años, quizá el objetivo de su evolución no era recuperar plenamente la salud sino poder concluir sus estudios de doctorado a pesar de vivir ya con los primeros síntomas de la enfermedad y años después, la meta pudo ser expresarse a pesar de la traqueotomía que le robó la voz.

Para algunos especimenes humanos como son los delincuentes, los narcos, los secuestradores, los violentos, es probable que la evolución les sea ajena, porque mantienen un comportamiento primitivo donde sólo reina la ley del más fuerte.

Para otros la evolución puede implicar alcanzar algún resultado profesional, deportivo, personal, cambiar de actitud, transformarse. Viendo algunos casos de la historia, Hitler creía que el objetivo de la evolución era la pureza de raza; para Gandhi la libertad y la convivencia a pesar de las diferencias; para John F. Kennedy evolucionar radica en vivir bajo un sistema democrático donde reine el sueño americano; para Teresa de Calcuta propiciar la solidaridad con los abandonados. Todos estos personajes tenían una visión de la evolución a partir de la cual crearon sistemas, leyes, credos y reflexiones en torno a un propósito.

Por nuestra parte debiéramos preguntarnos cuál es el objetivo de nuestra evolución y si las leyes que generamos como sociedad, tanto las institucionales como las que surgen por costumbre o tradición, contribuyen a ese fin evolutivo como personas, como sociedad y como especie. De otra manera estaremos desperdiciando la oportunidad de vivir.



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