Es probable que usted se haya sorprendido al leer o escuchar la advertencia de Porfirio Muñoz Ledo, coordinador del Frente Amplio Progresista (FAP) para “derrocar” al Presidente de la República.
Todo comenzó con una serie de entrevistas en medios de comunicación nacionales para promover su libro: “La ruptura que viene, crónica de una transición catastrófica”, en el que plantea la necesidad de retirar a Felipe Calderón de la jefatura del Ejecutivo, con el fin de gestar un verdadero cambio en México ya que el actual mandatario no ha dado resultados en materia de combate a la pobreza, narcotráfico y seguridad.
Después trató de matizar su sentencia de insurrección: “propuse sustituir, no derrocar”, y añade las tres posibles vías para consumar la sustitución: El juicio político (por traición a la patria según el artículo 110 constitucional); el desafuero y la revocación de mandato. Defiende así la legalidad de las tres acciones, siendo la última la de mayor viabilidad al ser el pueblo quien se pronuncia en contra del mandatario si no realiza bien su labor y vela por los intereses nacionales, sin embargo ésta no existe en nuestro orden jurídico.
También habla de la existencia de un Estado Fallido que conlleva a una obligada ruptura con el pasado y la fundación de una Nueva República, que iniciaría con la mencionada renuncia de Felipe Calderón y los poderes de facto para evitar llegar a la violencia.
Tome nota de algunos datos para analizar los hechos mencionados:
Todo comenzó con una serie de entrevistas en medios de comunicación nacionales para promover su libro: “La ruptura que viene, crónica de una transición catastrófica”, en el que plantea la necesidad de retirar a Felipe Calderón de la jefatura del Ejecutivo, con el fin de gestar un verdadero cambio en México ya que el actual mandatario no ha dado resultados en materia de combate a la pobreza, narcotráfico y seguridad.
Después trató de matizar su sentencia de insurrección: “propuse sustituir, no derrocar”, y añade las tres posibles vías para consumar la sustitución: El juicio político (por traición a la patria según el artículo 110 constitucional); el desafuero y la revocación de mandato. Defiende así la legalidad de las tres acciones, siendo la última la de mayor viabilidad al ser el pueblo quien se pronuncia en contra del mandatario si no realiza bien su labor y vela por los intereses nacionales, sin embargo ésta no existe en nuestro orden jurídico.
También habla de la existencia de un Estado Fallido que conlleva a una obligada ruptura con el pasado y la fundación de una Nueva República, que iniciaría con la mencionada renuncia de Felipe Calderón y los poderes de facto para evitar llegar a la violencia.
Tome nota de algunos datos para analizar los hechos mencionados:
Porfirio sugiere destituir a un Presidente electo legalmente, porque de no suceder puede desatarse la violencia. ¿Qué traman los allegados de Andrés Manuel López Obrador? ¿Acaso son ellos los provocadores y alentadores de ese ambiente de violencia que profetizan?
El prólogo del libro de Muñoz Ledo está escrito por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien halaga al autor como honrado y congruente. Porfirio sustenta su teoría en la ineficacia del Gobierno Federal actual y en la “ilegitimidad” del Presidente Calderón, tesis que todos los días promueve AMLO.
En sus viajes por toda la República –por cierto sin que se sepa cómo los financia- AMLO se proclama presidente legítimo y solo critica al gobierno en turno sin propuestas sólidas y concretas.
El movimiento de resistencia civil por la defensa del petróleo anunció la realización junto con organizaciones civiles, de un plebiscito el 30 de noviembre para someter a juicio de la ciudadanía la permanencia de Felipe Calderón al frente de la Presidencia. (ya sabemos lo poco representativos que resultan estas consultas sin rigor).
Un flanco más gestado para intentar derrocar al Presidente, es la demanda de juicio político para desaforar a Calderón acusado de traición a la patria, debido a las iniciativas de reforma energética enviadas al Congreso, que a decir de un grupo de abogados, cómplices de AMLO como Raúl Carrancá y Rivas, Jaime Cárdenas, Jesús González Schmal, ponen en riesgo la independencia, soberanía e integridad de la Nación.
¿No le parece un plan bien orquestado, con diversas tácticas y actores para un solo fin que es derrocar al Presidente, a pesar de los intentos de AMLO y Muñoz Ledo por desmentir sus verdaderas intenciones?
Muñoz Ledo le debe estar haciendo el juego a AMLO, haciéndole creer que si destituyen a Felipe, él podría cumplir su sueño de ser Presidente. Desde luego que este idílico escenario se percibe alejado de la realidad, no sólo por las divisiones al interior del FAP y del propio PRD como para unificarse en torno a un presidente sustituto, sino porque el nivel de popularidad e intensión de voto del Sol Azteca ha caído abruptamente por sus riñas y fracturas internas.
De hecho el PRD considera en el plan de trabajo para su próximo Congreso Nacional el 20 y 21 de septiembre, evaluar la conveniencia de seguir en el FAP y acatar las estrategias de AMLO: “Para terminar con toda simulación se debe dialogar y negociar con el Gobierno Federal de manera abierta, con objetivos claros y a favor de mejorar las condiciones de la gente”, señala el documento.
Muñoz Ledo también le está haciendo el caldo gordo a Manlio Fabio Beltrones, líder del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el Senado, quien por cierto de unas semanas a la fecha cambió radicalmente su discurso un tanto conciliador y de respaldo al Presidente, por uno de cuestionamiento y crítica constante. Recordemos cómo Beltrones defendió al Secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño cuando fue señalado por los contratos que hiciera su empresa familiar con Pemex.
Declaraciones recientes del líder priísta califican de vaciladas e irresponsabilidades políticas las acciones del primer mandatario. ¿A qué se deberá el viraje?
¿Qué hay detrás de estas posiciones y estrategias del PRI y del FAP? ¿Están poniendo contra la pared al gobierno federal en vísperas del análisis del presupuesto para tener mayor margen de negociación? ¿Es un intento más de AMLO y sus secuaces para tratar de apoderarse de la Presidencia de México?
Conviene que los ciudadanos exijan a sus gobernantes, les pidan cuentas y éstos no sean intocables. Sin embargo, hay mecanismos para ello, que no implican la desestabilización del país y las “advertencias” de violencia que hoy encabezan algunos políticos, más que con un afán democrático y de legítima exigencia de resultados, como una táctica de guerra para poner en entredicho el gobierno del Presidente en turno.
El prólogo del libro de Muñoz Ledo está escrito por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien halaga al autor como honrado y congruente. Porfirio sustenta su teoría en la ineficacia del Gobierno Federal actual y en la “ilegitimidad” del Presidente Calderón, tesis que todos los días promueve AMLO.
En sus viajes por toda la República –por cierto sin que se sepa cómo los financia- AMLO se proclama presidente legítimo y solo critica al gobierno en turno sin propuestas sólidas y concretas.
El movimiento de resistencia civil por la defensa del petróleo anunció la realización junto con organizaciones civiles, de un plebiscito el 30 de noviembre para someter a juicio de la ciudadanía la permanencia de Felipe Calderón al frente de la Presidencia. (ya sabemos lo poco representativos que resultan estas consultas sin rigor).
Un flanco más gestado para intentar derrocar al Presidente, es la demanda de juicio político para desaforar a Calderón acusado de traición a la patria, debido a las iniciativas de reforma energética enviadas al Congreso, que a decir de un grupo de abogados, cómplices de AMLO como Raúl Carrancá y Rivas, Jaime Cárdenas, Jesús González Schmal, ponen en riesgo la independencia, soberanía e integridad de la Nación.
¿No le parece un plan bien orquestado, con diversas tácticas y actores para un solo fin que es derrocar al Presidente, a pesar de los intentos de AMLO y Muñoz Ledo por desmentir sus verdaderas intenciones?
Muñoz Ledo le debe estar haciendo el juego a AMLO, haciéndole creer que si destituyen a Felipe, él podría cumplir su sueño de ser Presidente. Desde luego que este idílico escenario se percibe alejado de la realidad, no sólo por las divisiones al interior del FAP y del propio PRD como para unificarse en torno a un presidente sustituto, sino porque el nivel de popularidad e intensión de voto del Sol Azteca ha caído abruptamente por sus riñas y fracturas internas.
De hecho el PRD considera en el plan de trabajo para su próximo Congreso Nacional el 20 y 21 de septiembre, evaluar la conveniencia de seguir en el FAP y acatar las estrategias de AMLO: “Para terminar con toda simulación se debe dialogar y negociar con el Gobierno Federal de manera abierta, con objetivos claros y a favor de mejorar las condiciones de la gente”, señala el documento.
Muñoz Ledo también le está haciendo el caldo gordo a Manlio Fabio Beltrones, líder del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el Senado, quien por cierto de unas semanas a la fecha cambió radicalmente su discurso un tanto conciliador y de respaldo al Presidente, por uno de cuestionamiento y crítica constante. Recordemos cómo Beltrones defendió al Secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño cuando fue señalado por los contratos que hiciera su empresa familiar con Pemex.
Declaraciones recientes del líder priísta califican de vaciladas e irresponsabilidades políticas las acciones del primer mandatario. ¿A qué se deberá el viraje?
¿Qué hay detrás de estas posiciones y estrategias del PRI y del FAP? ¿Están poniendo contra la pared al gobierno federal en vísperas del análisis del presupuesto para tener mayor margen de negociación? ¿Es un intento más de AMLO y sus secuaces para tratar de apoderarse de la Presidencia de México?
Conviene que los ciudadanos exijan a sus gobernantes, les pidan cuentas y éstos no sean intocables. Sin embargo, hay mecanismos para ello, que no implican la desestabilización del país y las “advertencias” de violencia que hoy encabezan algunos políticos, más que con un afán democrático y de legítima exigencia de resultados, como una táctica de guerra para poner en entredicho el gobierno del Presidente en turno.
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